¿Por qué los Cristianos están tan Divididos?

Los Cristianos son un grupo muy diverso que comparten una fe común en Jesucristo, pero que tienen diferentes interpretaciones, tradiciones y prácticas. Esta diversidad puede ser una fuente de riqueza y unidad, pero también de conflicto y división. ¿Qué factores psicológicos influyen en la forma en que los cristianos se relacionan entre sí? ¿Cómo podemos superar las barreras que nos separan y fomentar el diálogo y la colaboración?

En este artículo, vamos a explorar algunas de las causas psicológicas de la división entre los cristianos, como el sesgo de confirmación, el efecto de halo, el tribalismo y el fundamentalismo. También vamos a sugerir algunas soluciones basadas en la psicología social, como la exposición al otro, el contacto intergrupal, la cooperación y la empatía.

El Sesgo de Confirmación es la tendencia a buscar, interpretar y recordar la información que confirma nuestras creencias y opiniones previas. Esto puede llevarnos a ignorar o rechazar la evidencia que contradice nuestra visión del mundo. Por ejemplo, si tenemos una idea preconcebida sobre lo que significa ser cristiano, podemos buscar solo aquellas fuentes que apoyen nuestra posición y descalificar las que no. Esto puede generar una actitud cerrada y dogmática que impide el aprendizaje y el crecimiento.

El Efecto de Halo es la tendencia a atribuir características positivas o negativas a una persona o grupo basándonos en una sola característica o impresión inicial. Esto puede llevarnos a juzgar a los demás de forma simplista y estereotipada, sin tener en cuenta su complejidad y diversidad. Por ejemplo, si tenemos una buena o mala experiencia con un cristiano de una determinada denominación o tradición, podemos generalizar esa impresión a todos los miembros de ese grupo y tratarlos con simpatía o antipatía.

El tribalismo es la tendencia a identificarnos fuertemente con nuestro grupo de pertenencia y a sentirnos superiores o hostiles hacia los grupos diferentes o rivales. Esto puede llevarnos a desarrollar un sentido de lealtad y orgullo que nos hace defender a nuestro grupo sin cuestionarlo y atacar a los demás sin escucharlos. Por ejemplo, si nos sentimos parte de una iglesia o comunidad cristiana específica, podemos considerarnos los verdaderos seguidores de Cristo y despreciar o excluir a los que no comparten nuestra forma de entender y vivir la fe.

El fundamentalismo es la tendencia a adherirse estrictamente a un conjunto de principios o doctrinas religiosas que se consideran absolutos e inmutables. Esto puede llevarnos a adoptar una actitud intolerante y autoritaria que nos hace imponer nuestra visión a los demás y rechazar cualquier crítica o cambio. Por ejemplo, si creemos que solo hay una forma correcta de interpretar la Biblia o la tradición cristiana, podemos exigir que todos los cristianos se sometan a nuestra autoridad y condenar a los que se atreven a cuestionarla o reformarla.

Estos factores psicológicos pueden explicar en parte por qué los cristianos están tan divididos y enfrentados entre sí. Sin embargo, también existen formas de superar estas tendencias y promover la unidad y la armonía entre los seguidores de Cristo. Veamos algunas de ellas.

La exposición al otro es la forma más básica de reducir el prejuicio y el conflicto entre grupos. Consiste en conocer directamente a las personas o grupos que consideramos diferentes o extraños, sin intermediarios ni filtros. Esto nos permite descubrir sus valores, creencias, sentimientos y experiencias, así como sus similitudes y diferencias con nosotros. Por ejemplo, si queremos acercarnos a los cristianos de otras denominaciones o tradiciones, podemos leer sus escritos, escuchar sus testimonios, visitar sus lugares de culto o participar en sus actividades.

El contacto intergrupal es una forma más avanzada de exposición al otro que implica interactuar con ellos de forma positiva y cooperativa. Consiste en crear oportunidades para que los miembros de diferentes grupos se encuentren y trabajen juntos en torno a objetivos comunes o intereses compartidos. Esto nos permite establecer relaciones personales y afectivas con ellos, así como reconocer su competencia y contribución. Por ejemplo, si queremos colaborar con los cristianos de otras denominaciones o tradiciones, podemos unirnos a proyectos sociales, culturales o ecuménicos que beneficien al bien común.

La cooperación es una forma más profunda de contacto intergrupal que implica resolver juntos los problemas o desafíos que nos afectan a todos. Consiste en crear situaciones en las que los miembros de diferentes grupos dependan unos de otros para alcanzar un resultado positivo para todos. Esto nos permite desarrollar habilidades de comunicación, negociación y consenso con ellos, así como apreciar su diversidad y complementariedad. Por ejemplo, si queremos dialogar con los cristianos de otras denominaciones o tradiciones, podemos buscar soluciones conjuntas a las cuestiones teológicas, morales o pastorales que nos plantean.

La empatía es una forma más íntima de cooperación que implica ponerse en el lugar del otro y sentir lo que él siente. Consiste en crear espacios para que los miembros de diferentes grupos expresen sus emociones, necesidades y expectativas, así como para escucharlas y comprenderlas con respeto y sensibilidad. Esto nos permite desarrollar actitudes de apoyo, solidaridad y reconciliación con ellos, así como reconocer su dignidad e integridad. Por ejemplo, si queremos reconciliarnos con los cristianos de otras denominaciones o tradiciones, podemos pedirles perdón por las ofensas cometidas y ofrecerles perdón por las recibidas.

Estas son algunas de las formas en las que la psicología nos puede ayudar a superar la división entre los cristianos y a construir la unidad en la diversidad. No son fáciles ni rápidas, pero son posibles y necesarias si queremos ser fieles al mandamiento del amor que nos dejó Jesús: «Que todos sean uno; como tú Padre estás en mí yo estoy en ti; para que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me has enviado» (Juan 17:21).

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