El Mesías no Soportó la Crucifixión en Vano

¿Por qué soportó Jesús de Nazaret una muerte tortuosa por crucifixión? Después de todo, podría haberse quedado en el Cielo y dejarnos solos para pagar la pena por nuestros pecados. En lugar de eso, «se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Filipenses 2:8).

La crucifixión era un castigo que se aplicaba a los esclavos y a los criminales, incluyendo a los rebeldes y sediciosos. Era una forma de humillación pública y de disuasión para los que se atrevían a desafiar el poder romano. Según los evangelios, Jesús fue condenado por orden de Poncio Pilato, el prefecto romano en Judea, acusado de proclamarse rey de los judíos y de incitar al pueblo contra el imperio.

Pero Jesús no era un simple revolucionario político. Era el Hijo de Dios, el Mesías prometido, el Salvador del mundo. Su misión no era liberar a su pueblo de la opresión romana, sino de la esclavitud del pecado y de la muerte. Por eso, aceptó voluntariamente sufrir la pasión y la cruz, como el cordero que quita el pecado del mundo (Juan 1:29).

Jesús murió en el lugar llamado Calvario o Gólgota, que significa «lugar de la calavera». Allí fue clavado en una cruz de madera, entre dos ladrones. Antes de morir, pronunció siete palabras o frases que revelan su amor infinito por nosotros:

  • «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lucas 23:34). Jesús pide perdón por sus verdugos y por todos los que le ofenden con sus pecados.
  • «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lucas 23:43). Jesús promete el cielo al ladrón arrepentido que le reconoce como Señor.
  • «Mujer, ahí tienes a tu hijo. […] Ahí tienes a tu madre» (Juan 19:26-27). Jesús confía su madre María al discípulo amado y nos la da como madre a todos los que le seguimos.
  • «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mateo 27:46). Jesús cita el salmo 22, expresando su angustia y su confianza en Dios al mismo tiempo.
  • «Tengo sed» (Juan 19:28). Jesús manifiesta su sed física y también su sed de almas, de amor, de salvación.
  • «Todo está cumplido» (Juan 19:30). Jesús declara que ha cumplido su misión, que ha entregado su vida por nosotros hasta el final.
  • «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lucas 23:46). Jesús se abandona en las manos de su Padre y expira.

La muerte de Jesús no fue el final de su historia. Al tercer día resucitó glorioso y venció definitivamente al pecado y a la muerte. Nos abrió las puertas del cielo y nos invitó a seguirle por el camino de la cruz. La cruz no es un signo de derrota o de vergüenza, sino de victoria y de gloria. La cruz es el signo del amor más grande que existe.

Por eso, podemos decir con san Pablo: «Lejos esté de mí gloriarme sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo» (Gálatas 6:14).

Jesús no soportó la crucifixión en vano. Lo hizo por amor a ti y a mí. ¿Qué podemos hacer nosotros por amor a él?

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