Aceptemos la Corrección de Cristo

La Corrección de Cristo es una parte esencial del Crecimiento Espiritual. Sin ella, no podemos avanzar en el camino de la santidad y la madurez cristiana. La corrección nos ayuda a reconocer nuestros errores, cambiar nuestras actitudes y alinear nuestra voluntad con la de Dios. La corrección no es un castigo, sino una expresión del amor de Dios que nos quiere ver transformados a la imagen de su Hijo.

La Biblia nos enseña que Dios corrige a los que ama, como un padre a su hijo (Hebreos 12:5-11). También nos muestra que debemos aceptar la corrección con humildad y gratitud, sin resistirnos ni rebelarnos (Proverbios 29:15-17). La corrección puede venir de diferentes maneras: a través de la Palabra de Dios, del Espíritu Santo, de las circunstancias, de las autoridades o de los hermanos en la fe. Sea cual sea el medio que Dios use, debemos estar atentos y dispuestos a escuchar su voz y obedecer su dirección.

El apóstol Pablo fue un ejemplo de alguien que aceptó la corrección de Cristo. Antes de su conversión, era un perseguidor de la iglesia y un enemigo del evangelio. Pero cuando se encontró con el Señor resucitado en el camino a Damasco, reconoció su pecado y se sometió a su autoridad. Desde entonces, dedicó su vida a servir a Cristo y a proclamar su mensaje. A pesar de las dificultades y los sufrimientos que enfrentó, nunca se apartó de su llamado ni se avergonzó del evangelio.

Pablo también fue un instrumento de corrección para otros. En sus cartas a las iglesias, les exhortaba, les enseñaba y les corregía con firmeza y cariño. Una de las iglesias que más necesitaba su corrección era la de Corinto, que estaba llena de problemas y divisiones. Pablo les escribió dos cartas para confrontar sus errores y guiarlos hacia la verdad. En ellas, les hablaba con autoridad apostólica, pero también con amor paternal. Les mostraba su preocupación por su bienestar espiritual y les animaba a seguir el ejemplo de Cristo.

Aceptemos la corrección de Cristo como lo hizo Pablo. No la veamos como una amenaza o una ofensa, sino como una oportunidad para crecer y mejorar. No nos endurezcamos ni nos justifiquemos, sino que nos arrepintamos y nos enmendemos. No nos conformemos con lo que somos, sino que aspiremos a lo que Dios quiere que seamos. No rechacemos la corrección de Cristo, sino que la recibamos con gozo y esperanza.

¿Te has preguntado alguna vez por qué es importante aceptar la corrección de Cristo en tu vida? ¿Qué beneficios tiene para tu crecimiento espiritual y personal? En este artículo te quiero compartir algunas reflexiones sobre este tema, basadas en la carta que el apóstol Pablo escribió a la iglesia de Corinto.

La iglesia de Corinto era una comunidad muy especial para Pablo, pues él la había fundado y había pasado un año y medio enseñándoles el evangelio. Sin embargo, cuando se fue de allí, empezaron a surgir problemas entre los creyentes: divisiones, inmoralidad sexual, pleitos, desorden en el culto, dudas sobre la resurrección, etc. Pablo se enteró de todo esto por medio de unos informes que le llegaron y por una carta que le enviaron los corintios pidiéndole consejo.

Pablo no se quedó callado ante esta situación. Al contrario, les escribió una carta muy dura y severa, en la que les reprochaba su conducta y les corregía con amor y autoridad. Pablo no buscaba humillarlos ni condenarlos, sino restaurarlos y edificarlos. Él sabía que ellos eran hijos de Dios, llamados a reinar con Cristo y a ser testigos de su gracia en el mundo. Por eso les recordaba su identidad y su destino, y les instaba a arrepentirse y a cambiar de actitud.

Pablo les mostraba que la corrección de Cristo no es algo negativo ni opcional, sino algo necesario y positivo para su bienestar. La corrección de Cristo es una muestra de su amor y de su cuidado por nosotros. Él nos corrige porque nos conoce, nos ama y quiere lo mejor para nosotros. Él nos corrige porque quiere que seamos conformes a su imagen y semejanza, que reflejemos su carácter y su gloria. Él nos corrige porque quiere que crezcamos en madurez y en fruto.

La corrección de Cristo es como un tutor que endereza una planta torcida para que pueda crecer recta y sana. La corrección de Cristo es como un padre que disciplina a su hijo para que aprenda a obedecer y a vivir con sabiduría. La corrección de Cristo es como un médico que cura una herida para que no se infecte ni se agrave. La corrección de Cristo es como un entrenador que nos ayuda a mejorar nuestro rendimiento y a alcanzar nuestras metas.

La corrección de Cristo no es algo que debamos rechazar ni temer, sino algo que debemos aceptar y agradecer. La corrección de Cristo es una bendición disfrazada de dolor. La corrección de Cristo produce en nosotros arrepentimiento, humildad, fe, obediencia, santidad, paz y gozo. La corrección de Cristo nos prepara para recibir más gracia y más gloria.

Por eso te animo a que aceptes la corrección de Cristo en tu vida. No endurezcas tu corazón ni te resistas a su voz. No te justifiques ni te excuses. No te compares ni te critiques. No te desanimes ni te rindas. Más bien, escucha lo que él te dice con amor y con verdad. Reconoce tus errores y tus faltas. Confiesa tus pecados y tus debilidades. Recibe su perdón y su poder. Sigue sus instrucciones y sus consejos. Confía en su bondad y en su fidelidad. Déjate moldear y transformar por él.

Acepta la corrección de Cristo y verás cómo tu vida cambia para bien.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *