Tres Causas Cristianas del Alma Angustiada
El Alma Angustiada es una realidad compleja y misteriosa, que puede experimentar diversas emociones y sentimientos. Entre ellos, uno de los más difíciles de afrontar es la angustia, que se define como un estado de malestar, sufrimiento e inquietud, que nos hace sentir oprimidos, sin salida y sin esperanza.
¿Qué provoca la angustia en el alma cristiana? ¿Cómo podemos superarla con la ayuda de Dios y de su Palabra? En este artículo, vamos a explorar tres posibles causas de la angustia del alma, y cómo podemos encontrar consuelo y alivio en el Señor.
1. La ausencia del agua viva
Jesús dijo: «El que tenga sed, venga a mí y beba. De su interior correrán ríos de agua viva» (Juan 7:37-38). El agua viva es una metáfora de la gracia y el Espíritu Santo, que nos dan la vida eterna y nos llenan de amor, paz y alegría. Sin embargo, muchas veces nos alejamos de la fuente de agua viva, que es Jesús, y buscamos saciar nuestra sed en otras cosas que no pueden satisfacernos: el dinero, el placer, el poder, la fama, etc. Estas cosas son como pozos rotos que no retienen el agua (Jeremías 2:13), y que nos dejan vacíos y sedientos.
La ausencia del agua viva produce angustia en el alma, porque nos sentimos secos, insatisfechos y lejos de Dios. La solución es volver a Jesús, el único que puede calmar nuestra sed y restaurar nuestra comunión con el Padre. Él nos invita a beber de su amor y a dejarnos llenar por su Espíritu, que es el consolador de nuestras almas.
2. La presencia del enemigo
La Biblia nos enseña que tenemos un enemigo espiritual, que se llama Satanás o el diablo, que busca robarnos, matarnos y destruirnos (Juan 10:10). Él es el padre de la mentira (Juan 8:44), y usa sus artimañas para engañarnos, tentarnos y acusarnos. Él quiere sembrar dudas, miedos, culpas y desesperación en nuestro corazón, para alejarnos de Dios y hacernos caer en el pecado.
La presencia del enemigo produce angustia en el alma, porque nos hace sentir atacados, amenazados y condenados. La solución es resistir al diablo con la fe y la Palabra de Dios (Santiago 4:7; Efesios 6:10-18). Debemos recordar que Jesús ya venció al diablo en la cruz (Colosenses 2:15), y que tenemos su autoridad para reprenderlo en su nombre (Lucas 10:19). Debemos confiar en que Dios es más poderoso que el maligno (1 Juan 4:4), y que él nos protege y nos libra de todo mal.
3. La falta de esperanza
La esperanza es una virtud teologal que nos hace confiar en las promesas de Dios y en su fidelidad. La esperanza nos hace mirar más allá de las circunstancias presentes, y nos hace anhelar las cosas eternas. Sin embargo, muchas veces perdemos la esperanza por las dificultades, los problemas y los sufrimientos que enfrentamos en esta vida. Nos dejamos llevar por el pesimismo, el desánimo y la incredulidad, y pensamos que todo está perdido y que no hay solución.
La falta de esperanza produce la Alma Angustiada, porque nos hace sentir atrapados, sin salida y sin futuro. La solución es renovar nuestra esperanza en Dios, que es el Dios de lo imposible (Lucas 1:37)