La Aparencia Cristiana

¿Qué significa tener una Apariencia Cristiana? ¿Es algo que se refiere solo a la ropa que usamos, o también incluye nuestra actitud, nuestro lenguaje y nuestro comportamiento? En este artículo, vamos a explorar lo que la Biblia dice sobre este tema y cómo podemos aplicarlo a nuestra vida diaria.

La Apariencia Cristiana no es solo un asunto externo. No se trata de seguir un código de vestimenta o de imitar un estilo determinado. La apariencia cristiana tiene que ver con el reflejo de la imagen de Dios en nosotros, con mostrar al mundo quiénes somos y a quién pertenecemos. La apariencia cristiana es una expresión de nuestra identidad en Cristo y de nuestra comunión con él.

La Biblia nos enseña que Dios nos creó a su imagen y semejanza (Génesis 1:26-27). Esto significa que tenemos una dignidad y un valor intrínsecos, que no dependen de nuestra apariencia física, sino de nuestra relación con él. También significa que tenemos una responsabilidad de cuidar nuestro cuerpo, que es templo del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19-20). Por eso, debemos vestirnos y arreglarnos de una manera que honre a Dios y que respete nuestra propia integridad y la de los demás.

La Biblia también nos enseña que somos embajadores de Cristo en el mundo (2 Corintios 5:20). Esto significa que tenemos una misión de representar a Dios ante las personas que nos rodean, de ser sal y luz en medio de la oscuridad (Mateo 5:13-16). Por eso, debemos vestirnos y comportarnos de una manera que refleje el carácter de Dios y que comunique el mensaje del evangelio. No se trata de llamar la atención sobre nosotros mismos, sino de glorificar a Dios y de servir a los demás.

La Apariencia Cristiana, entonces, es un asunto de coherencia entre lo que somos por dentro y lo que mostramos por fuera. Es un asunto de amor a Dios y al prójimo. Es un asunto de testimonio y de misión. Es un asunto de gracia y de verdad.

¿Cómo podemos tener una apariencia cristiana? Aquí hay algunos principios bíblicos que nos pueden ayudar:

  • Buscar la voluntad de Dios. Antes de elegir qué ponernos o cómo actuar, debemos consultar a Dios en oración y en su Palabra. Él nos conoce mejor que nadie y sabe lo que es bueno para nosotros. Él nos puede guiar con su Espíritu Santo para tomar decisiones sabias y agradables a sus ojos (Salmo 32:8; Proverbios 3:5-6).
  • Considerar el contexto. No hay una regla única para vestirnos o comportarnos en todas las situaciones. Debemos tener en cuenta el lugar, el tiempo, la ocasión y las personas con las que interactuamos. Debemos adaptarnos a las circunstancias sin comprometer nuestra identidad ni nuestro mensaje. Debemos evitar lo que pueda causar tropiezo o confusión a los demás (Romanos 14:13-23; 1 Corintios 9:19-23).
  • Cultivar la modestia. La modestia es una actitud del corazón que se refleja en nuestro modo de vestir y de actuar. La modestia implica humildad, respeto, discreción y pudor. La modestia nos lleva a no exhibirnos ni provocar a los demás con nuestra apariencia, sino a preservar nuestra pureza y la de los demás. La modestia nos ayuda a enfocarnos en lo que realmente importa: el carácter y no el aspecto (1 Timoteo 2:9-10; 1 Pedro 3:3-4).
  • Desarrollar la belleza interior. La belleza verdadera no se basa en lo externo, sino en lo interno. La belleza verdadera es el fruto del Espíritu Santo en nuestra vida, que produce amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bond

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *