¿Cual es la Raíz del Pecado Sexual?

¿Qué es lo que nos lleva a caer en el Pecado Sexual? ¿Qué es lo que nos hace buscar la satisfacción de nuestros deseos fuera de los límites que Dios ha establecido? ¿Qué es lo que nos impide vivir una vida de pureza y santidad?

La respuesta a estas preguntas se encuentra en la raíz de todo pecado: el orgullo. El orgullo es la actitud que nos hace creer que sabemos más que Dios, que podemos hacer lo que queramos con nuestro cuerpo y nuestra sexualidad, que no necesitamos de su gracia ni de su perdón. El orgullo es el enemigo de la humildad, la cual nos lleva a reconocer nuestra dependencia de Dios, nuestra necesidad de su Palabra y su Espíritu, nuestra responsabilidad de honrarle con nuestro ser.

El Orgullo es lo que nos hace ignorar las advertencias de Dios sobre las consecuencias del pecado sexual. La Biblia nos dice que el pecado sexual es una ofensa contra Dios, contra nuestro propio cuerpo y contra nuestro prójimo (1 Corintios 6:18-20; Hebreos 13:4; 1 Tesalonicenses 4:3-8). El pecado sexual nos aleja de la comunión con Dios, nos daña física, emocional y espiritualmente, y nos impide amar verdaderamente a nuestro cónyuge o a nuestro futuro cónyuge.

El Orgullo es lo que nos hace creer las mentiras del mundo sobre la sexualidad. El mundo nos dice que el sexo es un derecho personal, que podemos expresarlo como queramos, que no hay nada malo ni vergonzoso en ello. El mundo nos dice que el sexo es una fuente de placer, de poder, de identidad, de libertad. El mundo nos dice que el sexo es lo más importante de la vida.

Pero el mundo está equivocado. El sexo no es un derecho personal, sino un don divino. El sexo no se puede expresar como queramos, sino como Dios quiere. El sexo no es algo inocente ni trivial, sino algo sagrado y significativo. El sexo no es una fuente de placer, de poder, de identidad o de libertad, sino una expresión de amor, de compromiso, de unidad y de fidelidad.

El Sexo fue creado por Dios para ser disfrutado dentro del matrimonio entre un hombre y una mujer. El sexo fue creado para reflejar la relación entre Cristo y su iglesia, entre el esposo y la esposa (Efesios 5:22-33). El sexo fue creado para glorificar a Dios y para bendecirnos a nosotros.

Por eso, si queremos vencer el pecado sexual, debemos empezar por vencer el orgullo. Debemos arrepentirnos de nuestra rebeldía y someternos a la voluntad de Dios. Debemos pedirle perdón y restauración por medio de la sangre de Cristo. Debemos buscar su ayuda y su poder por medio de su Palabra y su Espíritu. Debemos cultivar la humildad y la obediencia en nuestro corazón.

La humildad es el antídoto contra el pecado sexual. La humildad nos hace ver nuestra condición pecaminosa y nuestra necesidad de salvación. La humildad nos hace valorar el don de la sexualidad y respetar los límites que Dios ha puesto. La humildad nos hace honrar a Dios con nuestro cuerpo y nuestra sexualidad. La humildad nos hace vivir una vida de pureza y santidad.

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